jueves, 26 de marzo de 2020

CATEQUESIS


LA FLOR MÁS BELLA

Se cuenta que allá por el año 250 a. C., en la China antigua, el príncipe de la región norte del país estaba a punto de ser coronado emperador, pero de acuerdo con la tradición, antes, debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer un concurso entre las doncellas de la corte para elegir quién sería digna de su trono.
Una anciana, que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo, le preguntó:
–¿Hija mía, qué vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.
–No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar, por algunos momentos, cerca del príncipe.
¡Eso, me hará feliz! –respondió la hija.
La noche siguiente, la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas de la corte, ataviadas con las ropas más finas y las joyas más bellas.
Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío:
–Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella, dentro de seis meses, será escogida para ser mi esposa y futura emperatriz de China.
El tiempo fue pasando y la dulce joven cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla. Pasaron tres meses y la flor no germinaba. Mientras tanto, todas las demás jóvenes del reino no paraban de hablar y mostrar las hermosas plantas y flores que habían crecido en sus macetas. La joven intentó todos los métodos que conocía, pero nada había nacido. Día tras día, veía más lejos su sueño, pero su amor era tan profundo, que siguió regando la flor hasta el último día.
Consciente de su esfuerzo y dedicación, la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio, en la fecha y hora acordadas, aunque solo fuera para estar cerca del príncipe por unos momentos.
De pie, con la cabeza baja y muy avergonzada, con su maceta vacía entre sus manos temblorosas, observaba cómo todas las otras pretendientas traían una flor, una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Todas las doncellas hablaban de sus plantas y al ver a la muchacha, con su cuenco vacío, estallaron en risas y burlas. En ese momento, el alboroto fue interrumpido por la entrada del príncipe. Todos hicieron su respectiva reverencia mientras él comenzó a pasearse, observando a cada una de las jóvenes con mucho cuidado y prestando mucha atención a todas las plantas.
Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe anunció ceremoniosamente:
–¡Aquella bella joven, con su vasija vacía, será mi futura esposa!
Atónitos, todos esperaban la explicación de aquella acción. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.
Entonces, con calma, el príncipe explicó:
–Ella fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran infértiles. Todas trataron de engañarme plantando otras plantas; pero ella tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo sincera, leal y valiente, cualidades que debe tener la emperatriz de mi reino.

Autor desconocido
Para la reflexión personal

Los valores de la joven son recurrentes en todas sus acciones porque creo que le son tan propios, están tan incorporados a su ser, que no puede despojarse de ellos en cada toma de decisiones. Cualidades inherentes que, como un largo brazo, tocan e iluminan todas nuestras acciones y decisiones, llenas de virtud.
Ella se presentó a la competencia como era, sin adornos ni estereotipos, sin lo que no le era propio. La honestidad, la humildad, la autenticidad, la paciencia, la ternura, el amor en el cuidado de su semilla y la valentía en mostrar lo obtenido, hicieron lo que finalmente la conducirían a su amor. Son todas acciones y virtudes que en los tiempos que corren parecen fuera de juego.
Vivimos en tiempos de hipocresía, donde lo importante parece ser el aparentar, mostrar los logros y resultados, quedar bien frente a los demás a cualquier precio. La «viveza» se ha convertido en un pseudovalor, encubriendo la mentira, el engaño, la falta de honestidad. Hemos confundido el significado de la palabra éxito. Si hemos terminado el día sin traicionar nuestras creencias y sentimientos; sin dejar de ser quien somos, para quedar bien u obtener resultados; sin claudicar nuestros valores; en definitiva, siendo leales a nosotros mismos, ese ha sido un día de éxito. Si para vencer estuviera en juego tu honestidad, pierde, y serás siempre un ganador.

Para responder:

1) ¿Qué virtudes reconocemos en la joven? ¿Y en cada uno de nosotros?
2) Enumera tres situaciones, cercanas a tu vida, en que hayas notado que la gente
actuó como las jóvenes deshonestas. ¿Cuáles fueron las consecuencias?
3) Enumera tres situaciones, cercanas a tu vida, en que hayas notado que la gente
actuó como la joven honesta. ¿Cuáles fueron las consecuencias?
4) ¿Tiene sentido en la vida ser siempre honestos? ¿Qué diferencia hay entre mentir y no decir toda la verdad?
5) La honestidad, para ser un auténtico valor, ¿de qué otros valores tendría que ir
acompañada?
VALORES EN JUEGO: Decencia. Fortaleza. Honestidad. Lealtad. Paciencia.
Para disfrutar del buen cine: Shrek 1, Una mente maravillosa
Canciones para recerarse: Solo el amor (Silvio Rodriguez), Historia sin final (Lerner)

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